En esta entrada Pretendemos desarrollar dos aspectos de la suerte de matar
1- Importancia de la suerte matar como elemento clave de la lidia
2- Razonamiento de por que tiene que morir el Toro en la plaza
Incorporar los comentarios a las referencias que consideres o enviad los videos o fotografías que puedan ayudar a ampliar los conceptos.
1-Se llama matador de toros y no toreador de toros.
La denominada de siempre “suerte suprema” ha pasado de ser la fundamental a la suerte totalmente secundaria por mor del público ignorante que asiste a las corridas de toros propiciado por la información partidista de determinados críticos y comentaristas taurinos.
Tampoco los presidentes de corridas han colaborado de manera efectiva al considerar, en muchas ocasiones como un todo inseparable, la faena de muleta y la estocada a la hora de otorgar trofeos al tiempo que, muchos de ellos, valoran más la brevedad que la ejecución.
El axioma debería ser: “No premiar nunca una faena de muleta, por excepcional que haya resultado, si no ha sido rubricada con una buena ejecución de estocada”
Este axioma favorecería al bien hacer de los toreros en la suerte suprema, al no poderse amparar en la masa ignorante y en los presidentes incompetentes y pensar: ¿para qué exponerme en la ejecución a ley de la suerte suprema si los trofeos los tengo ya ganados con la faena de muleta?
Es la suerte suprema una suerte precisa, calculada, estudiada y descrita en todas las tauromaquias. Por ello al diestro se le ha de exigir que entre bien, que ejecute bien la suerte. Luego el que acierte o no, es cuestión de suerte.
LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
2-El toro está destinado a morir con honor en el ruedo
La corrida reproduce y simboliza a su manera, el drama de la existencia: ¿Cómo por tanto, podría dejar de incluir la muerte en su ritual?
No es matar por matar, es hacerlo de una manera determinada, no carente de moral, y que persigue una cosa: darle muerte digna a un animal venerado en medio de una ceremonia que pone fin a su vida para perpetuar la cultura en la que nació, fue formado y llevado a luchar.
No es la satisfacción sádica por la muerte, es el sacrificio ritual, que hunde sus raíces en la historia, y que tiene sus propios móviles morales, antropológicos y estéticos.
Darle a cada cual lo suyo
no es tener que darle todo.
Al hombre, lo que es del hombre.
Al toro, lo que es del toro.Ni el torero mata al toro,
ni el toro mata al torero:
los dos se juegan la vida
al mismo azaroso juego.No trafiquéis con su alma.
No le perdonéis la vida
al toro bravo en la plaza.Que es humana cobardía
robarle al toro su muerte
«a solas con su agonía»
José Bergamín. De «La claridad del toreo»
La tauromaquia sin muerte es un cuadro sin firma
Diego Ramos Pintor
«Envidio cómo muere el toro: quiero / morir de luz».
«Y busca el cuerno el corazón y encuentra / aires, busca las venas, roza el muslo, / y el aire rojo, el rojo ardido clavan / hacia su corazón el duro acero / que impone el rito…»
Todo desemboca en un final dramático, implacable, pero hermoso: « Poca luz, corto
espasmo, largo aplauso,/ y el toro, sombra en sombra, breve arena / tiñe con mucha sangre. Y se desploma».
Antonio Carvajal. De su libro Un girasol flotante
Llegó la hora de matar. El sol
estaba alto. Mayo había dejado
beber al aire su clavel. Dos nubes
blancas cruzaban por el cielo. Se hizo
el silencio. Levanté la espada
y me encontré con tu mirada. Había
en ella reto y vencimiento. Puse
toda mi ciencia en ejercicio para
que aquel acto de muerte fuera digno de ti.
Fulminado caíste como un roble en el bosque.
Leales fuimos el uno para el otro.
Mariano Roldán. De Torero viejo ante el toro de su alternativa
«A pesar de que la muerte ritual del toro ocurra siempre en la plaza, lo que se celebra no es la muerte, sino su aplazamiento. De tan presente la muerte, lo que menos existe durante una corrida es el sentimiento fúnebre. Nada menos luctuoso que una gran faena. La gracia con la que el torero elude la muerte es lo opuesto a la pesantez con que ella busca imponérsele».
Carlos Marzal
«¿Cuánta muerte hace falta para invocar la vida?».
Raquel Lanseros
Gregorio Corrochano. La edad de plata del toreo
César Jalón, en su libro Grandezas y miserias del toreo, escribe:
Pero es algo superior a mis fuerzas. Cuando después de una bonita faena veo engendrar el viaje a torcidas y rehuir con descaro el momento sublime, verdadero fin de la faena, me acuerdo, sin saber por qué, de sus magníficos cortejadores que, después de seducir el alma de la amada, se da a la fuga la víspera de la noche de bodas.
En tiempos no remotos los toreros de poco repertorio con la muleta, los «poco toreros», buscaban su desquite en el pase de pecho y en la suerte de matar.
El escritor taurino Luis F. Odría, en su libro El arte del toreo y los secretos de la lidia, escribe:
“Una cosa cierta, incuestionable, irrebatible, hay en el toreo; que es lo difícil de la suerte de matar.El torero artista o estilista no ha sido jamás matador de toros. Juan Belmonte ha sido una excepción, en él se dio el caso raro del estilista depurado, a la vez seguro y magnífico matador de toros”
La suerte de matar y la faena de muleta
La muerte de los toros no era en la época primitiva de la fiesta, una suerte propiamente dicha, sino un recurso que se empleaba para dar fin a las reses, sin estar sujeto a reglas fijas ni tener un arma determinada. Se mataba como se podía. Todos los recursos eran lícitos. Pero llega un momento, precisamente aquel en que el toreo pasa de ser un deporte para constituir una profesión, en que se advierte que estos medios eran poco airosos y nobles para matar los toros. Y es entonces cuando se siente la necesidad de descubrir un procedimiento más a tono con la gallardía y belleza de la fiesta. De aquí nació la espada o estoque; y con ella, su medio auxiliar: la muleta. que por exceso de poder y de bravura ofrecían dificultades para colocarlos en suerte, y que sólo la muleta podía resolverlos. Y entonces se convirtió de simple medio auxiliar creado por la astucia, en instrumento de castigo, defensa, adorno y lucimiento, descubierto por la inteligencia.
Y de esta forma fue cumpliendo la doble finalidad para que fue creada: castigar, dominar, restar poderío, corregir defectos, quitar resabios y trastearbella, airosa, gentil y gallardamente. Lo que nadie podía sospechar, pues escapaba a todos los cálculos de previsión, es que la muleta que, en definitiva, no era más que un recurso de la suerte de matar, se convertiría, andando el tiempo, en fundamento del último tercio, hasta el punto de eclipsar la estocada. Pero así ha sucedido”
Felipe Garriges, en su libro Abriendo el compás, expresa una opinión:
“Es posible que la muerte del toro, como mantiene Antonio Ordóñez, no aporte nada definitiva al arte del toreo. Principalmente para los que no entendemos la lidia como un feroz combate del que, claro está, la muerte del enemigo sería la consecuencia lógica de la batalla; sino como un diálogo artístico. A pesar de que una gran estocada puede ser de gran belleza, la corrida no hubiera sobrevivido únicamente con buenos matadores. Matadores buenos ha habido muchos en la historia de la fiesta. Figuras de época, ¿cuántas? .Lo importante del toreo es la emoción de lo artístico (si se produce), la cadencia de unos pases, la sincronía de dos cuerpos en movimiento”
Naturaleza de la estocada y la muerte
Matar al toro de lidia no es un asunto insignificante. Ni ética, ni técnica, ni antropológicamente es un acto vacuo. La estocada, cuando se hace bien, es el momento de mayor exigencia técnica y ética dentro del rito de la corrida de toros, entre otras cosas porque es su razón de ser.
Hubo una época en la que la faena de muleta se limitaba a preparar al astado para la suerte suprema; pero eso ya fue superado hace décadas. De hecho, así se referían a este asunto en un semanario taurino, sobre lo de entrar a matar sin dar un solo pase:
< – Los pases se dan para que el toro cuadre; si yo lo tenía cuadrado, ¿para qué había de pasarle?
¿Se resignaría la afición de hoy a renunciar a una faena de muleta, aunque se tratara de un modesto matador?
El Toro ha de morir en la plaza
Los juicios contra la tauromaquia parten de suposiciones y tergiversaciones inaceptables, hacen que sea necesario plantear las quejas antitaurinas con respecto a la muerte del toro y la mentalidad del taurino, de manera más inteligente.
La corrida de toros es la manifestación moderna del carácter constante en la humanidad a su disposición de relacionarse con el toro, enfrentarlo, y sacrificarlo: por eso puede hallarse una expresión moderna del fenómeno, que conocemos como corrida de toros.
La muerte ritual del toro en el ruedo, es lo contrario a la muerte del mismo toro en un sórdido matadero: a la luminosidad del ruedo, el riesgo de enfrentar los pitones y la moralidad que se desprende de esto, se contrapone la oscuridad industrial y oculta, la indefensión total de la res y la ausencia de cualquier moralidad en el matadero.
La sociedad debe entender que son hechos muy distintos, el ser humano sigue sacrificando animales, y que cada muerte animal posee un significado en las sociedades modernas. Cuando un antitaurino carnívoro defiende su dieta, dice que «una cosa es matar por necesidad, y otra por diversión». Los términos de la fórmula son imprecisos: ni la carne es necesaria para sostener una dieta, ni el toreo es, en ningún caso, una diversión, pues su naturaleza es ritual, y es tan seria que involucra la vida y la muerte real de dos seres, y su trasfondo dramático y ceremonial. La misma libertad que el humano enarbola para sostener su dieta, es la que asiste al taurino para correr toros según los rituales de su propia cultura. Sin embargo la cultura, a diferencia de una dieta, es irremplazable. Para un humano, es más importante tener una cultura de identidad que comer carne. La muerte ritual del toro es un asunto cultural más significativo que una hamburguesa.
La lógica vegana sostiene que no hay un solo argumento para que el ser humano considere a un solo animal como de su propiedad: por lo que cualquier transgresión al animal es inmoral: no es su capacidad para sufrir, es su uso como objeto. Aceptar este principio derivaría en la extinción de todas las mascotas. Notamos no pocas dificultades en aceptar un enfoque como el anterior, por ambiguo e impracticable. Sin embargo, la tauromaquia no es la institución de la propiedad del toro como una mercancía: es la reivindicación total de su animalidad, de su combatividad, de su fiereza, y de la libertad de sus movimientos y deseos para luchar y morir en franca lid. El toro en el ruedo no es una propiedad, es un dios, tiene nombre, familia, rasgos, y defiende su libertad y su animalidad expresándola mediante la lucha. El toro que no lucha, es devuelto a los corrales, porque sin embestida no puede haber tauromaquia.
Al matador le compete entonces someterse al mismo juego ritual del toro: el de transfigurar una lucha en un arte dramático, exponiendo su humanidad a la cornada en tres episodios, llamados tercios. Ese principio de exposición plantea una moralidad: que el toro tiene un estatus al que solo se le puede oponer la lucha caballeresca, lo que implica aceptarlo como un rival honorable, al que hay que hacerle las cosas de frente, dándole importancia a su ataque exponiéndose a él, y respetando su condición. Los lances de capa y los pases de muleta, son prueba de la veneración al enemigo: se danza con él, dándole por lo menos 100 oportunidades para que el torero sufra una cornada. Si no ocurre, es porque el torero posee una técnica que de fallar un centímetro o un segundo, deriva en la cornada.
La clase de mentalidad que sustenta el ritual no es la del sadismo. El taurino no permitiría que el toro muriese sin que de la muerte del animal se hiciese una ceremonia, un arte de exposición y una muerte moral. El taurino no persigue el dolor ni la satisfacción desde el mismo, pues se podría realizar una carnicería sin exposición para el torero, y la muerte del toro sería cualquier cosa hecha sin ánimo de establecer una moralidad de ella. No ocurre así, pese a que la propaganda antitaurina mienta lo contrario. Aquí de nuevo debe entenderse el contraste entre la muerte industrial y anónima contra la muerte del ruedo. La reacción del público portugués ante la inesperada estocada en Moita, significa la distancia que separa la futilidad de la muerte industrial con respecto al poder del ritual. Para un amante del dolor, lejos de frustrar como a los taurinos de Portugal, imaginar la muerte del matadero para el animal banderilleado que abandona vivo la arena sería un placer. Todos los taurinos lusitanos con los que se puede hablar, compadecerán la suerte del toro en los corrales donde recibirá la muerte.
El toreo existe para ese momento crucial de sacrificio: el toro será honrado con una muerte gloriosa, inconcebible en otro espacio de la aldea posmoderna e industrial. Ha luchado, está lleno de adrenalina, betaendorfinas, morigeraciones y ardor.
No se trata de matar al toro de cualquier manera, pues lo valorado es que se le mate específicamente de una manera: la honorable para el toro, y peligrosa para el torero, como balance moral entre la transgresión al animal, y el costo que se debe pagar por ello.
«Sin una estocada por arriba en Bilbao no se concede la segunda oreja. Y una estocada de ley, en cambio, sí puede provocar petición suficiente.», Cuando la estocada «cae arriba», se ha hecho la suerte arriesgando el cuerpo al olvidar los pitones y arrojándose ciegamente hacia ellos, y cuando el animal cae fulminado, aún luchando sin enterarse, se tiene una muerte ritual que honró al toro bravo.
El sacrificio taurino, Tampoco es una justificación ética de la tauromaquia, pues no es el tema planteado. Las verdades que la antitauromaquia se empecina en no oír:
- No es el goce de la muerte y el dolor, pues estamos ante un tema antropológicamente distinto.
- No es el abuso sencillo contra un ser indefenso, pues se trata del momento más moral de toda la corrida: toda una institución del sacrificio honorable.
- No es cierto que la motivación sea el indefinido dolor del animal, pues la estocada valorada es aquella donde el torero es capaz de fulminar al animal aún luchando.
Lo que ocurre en el ruedo es la base de la tauromaquia, es un conjunto diverso y profundo : ritual, arte, tragedia, guerra, humanidad, animalidad, basado en una cultura centenaria.
Acaso una muestra de qué es la estocada y el sacrificio, sea la que prodigó El Fundi en Sevilla a un toro de Palha (desde el minuto 01:04 del siguiente video): el torero se enfrenta al poder de un animal que incluso con un soberbio espadazo en sus carnes, continua persiguiéndolo sin término hasta darle un puntazo: el animal ha sido matado pero sigue vivo, y su poder alcanza a herir al hombre, pues el toro hasta el final es moralmente un animal guerrero. El torero ha ofrecido su integridad durante la ejecución de la estocada, y a la salida de ella, pues no se puede matar al toro gratuitamente, por lo menos en la posibilidad y la exposición. El toro sigue encampanado, pleno de facultades y poder, y luego la muerte lo sorprende en cuatro segundos. La última embestida del toro bravo pondrá fin al ritual de sacrificio donde se estableció una moral de relación con su animalidad. El toro ha muerto digno, y el matador ha matado con dignidad, cosa tan distinta a la muerte industrial del toro indefenso hasta de las poleas, o del plan general de genocidio en el que desemboca toda antitauromaquia y animalismo, donde el toro necesariamente ha de pasar por la muerte industrial.
Gracias por compartir detalles